Luceros negros al horizonte, luz profunda que le roba la lumbre a la blanca nieve,aliento de bosque fresco que gime hacia el valle siempre sumido bajo límpido invierno
y entonces tu valle, diosa, que esconde aromas de flores, que guarda senderos secretos
por los que trashumo mis pasiones por lo bello como el susurro del viento y el terso cielo.
Abajo, descendiendo por tu valle, aspirando los aromas de las flores sepultadas bajo la nieve blanca;
arropado por el mecer del prado y de repente tus temblores que me tumban sobre el suelo,
que me llenan los dedos y el cabello de la escarcha etérea que los cubre a lo largo y a lo ancho,
que se derrama por las colinas y se apacigua en tus rellanos donde se detienen también mis pasos
y donde toman aliento mis pulmones abrumados por el espíritu que infunde tal fineza a tus campos.
Tiemblan tus entrañas, me resbalo entre claveles blancos, botones rojos y pardos
y termina mi peregrinar al concluir también tus caminos en el más profundo ,tibio, altar,
de malvas cúpulas, de tiernas y atentas bóvedas, que esperan siempre la oración del ferviente andante.
Y a tus campos volveré una tra otra vez, lozana diosa, para presentar mis ofrendas hasta que el milagro sea consumado
y bajaré luego de nuevo a tus valles, y errare por ellos,
porque me he prendado de tus sendas, secretos y esplendores,
y agradeceré no solo la promesa sino el sosiego de tus hibernales prados
y el susurro que todo lo inunda con tu canto, a pasos y rezos, entre pasos.