Con gratitud... a ella.

¡Ay mi bien amada, te noto tan cansada! Después de tanto para agradecerte, noto tu mirada fatigada. Han pasado los años y ya no reposo entre tus brazos, ahora vago por el mundo que un día me ofreciste y, miro con nostalgia los juegos que alguna tarde nublada me enseñaste.

Dama fuerte, tierna cuna de mis largos pesares, esa fuerza de tu alma rebelde, ha sido siempre uno de los mas bellos y discretos cantares.

Agobiados por el mundo, ya mi mano no esta prendida de la tuya, y ambos lamentamos a nuestras maneras tan diversas, el dolor de sabernos mundo, de reconocernos carne, de vernos envueltos en nosotros mismos perdiendo al otro. La rutina de todos los días hace envejecer nuestras fuerzas, y decrépitos los ánimos caen con estrépito las ridículas discusiones, los agotadores malentendidos. Perdóname santa, por no haber sabido ser el crío perfecto, por no haber sabido entender el lastre que hace tan impetuosas tus huellas en la arena.

Y a pesar de todo recuerdo con tierna gratitud los abrazos sin memoria, los cuidados sin abrazo que un día pude recibir de ti, por todo lo que ya esta, por todo lo que me has dado, Madre, Gracias!