Nadando en un asiento de la blanca sala de espera.

cuando cada minuto se presume mil jornadas y uno ve esconderse al sol y salir a la luna en la misma pluma; aferrado al mismo clavel, al mismo recuerdo; sin más, se hacen mas pesadas las manecillas del reloj y duele apenas alcanzar a divisar la altura de algún otro, seguramente ilusorio, como una promesa de que los pasos que siguen no seguirán vacíos ni solos y, tener que reconocer que, sin vos, sencillamente me abandono.

Y al mismo compás partido, de minutos y respiros consecutivos, me aplasta la distancia de mi mismo y de mis fantasmas. Me pregunto a donde pretenden que los encuentre ahora?.... de seguro están en el armario como hace ya bastantes años, pero… es curioso: cuando el monstruo de detrás del roble muerto ya te ha tragado tantas veces… pierde su terror y su encanto.

Me pregunto si en ese rincón de allá, donde nos escondimos juntos durante aquel ocaso, aún quedara un poco de ese polvo mágico para que el monstruo no este tan apestado.