Los árboles son sombras verdes y el cielo un océano de sangre rebosante.
Hay un firmamento prematuro incrustado en los pechos que callan,
en medio del olvido tras la línea de la añoranza,
desgarrando el velo del silencio con el silencio,
desvistiendo los barrotes de la celda, que es palacio,
para recorrer patios y salones y respirar el aire propio.
El aire impropio. El cantar del viento de la noche.
(dedicado al dios de esta noche que me ha murmurado, entre suspiros de libre viento las palabras que hoy escribo)
0 comentarios:
Publicar un comentario