Cuando tus calzas hayan ya
deborado el polvo del camino
tus huelleros cansados esperaran silla o cobijo.
Cuando esperes ver más cerca
la esperanza del cumplido y el olvido,
verás mis negros ojos y a su brillo inquisitivo.
Yo soy tu encrucijada,
soy la duda, tu temor.
Soy yo lo que te queda
antes de caer en un lecho o a cajón.
Escoje tus palabras y no mires más atrás.
El camino ya fue largo y solo queda un juego,
uno solo por jugar.
Que si amaste, que si erraste, que si odiaste o la ira no bastó,
que si fue profunda la estocada o bien cocido el abrigo del querido y su dolor:
No preguntes y responde que es aquí en mi pescuezo que el oro aguardando está, acá en el arrabal.
O lo tomas o te dejas, sangre y entrañas, en mis garras quedarán.
(Propiedad por concesión y derecho de inspiración de:
Laura Berdugo Gil.)
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