Enmudecidas mis manos a merced del viento quieto.
Siempre el temor a tu belleza.
No preguntes por excusas ni medidas,
por qué te busco en medio de inconclusas huidas,
fallidas,
ni de descifrar trates el temor que me provocas.
Ojos albinos, soy yo a quien temo
porque tu cincelado he despertado en mí
a las brujas susurrantes inundando mi cabeza.
Yo soy el filtro y me he derramado,
encantamiento destilado,
en la sangría de egoístas ilusiones.
0 comentarios:
Publicar un comentario